Es diciembre, mi jardín huele a lavanda y santolina como en aquel diciembre de hace treinta años, la mitad de una vida, una vida entera. Vuela un colibrí y la memoria rescata del olvido el sonar del tamboril llamando incansable… empujando al sol. “Y siga, siga el baile al compás del tamboril…”, resuena una vez y una vez más ….
Treinta años hacen ya … madre mía … treinta años. Y fuimos nosotros desde la euforia bendita de los comienzos, cuando estábamos seguros de que podríamos reencontrarnos con nuestra verdad, con nuestras contradicciones, con nuestros miedos, con nuestra identidad y seguir teniendo la capacidad de regresar del desamparo con la ternura intacta.
Fuimos nosotros atravesando senderos de espinas con ese terco optimismo de sobrevivientes que nos puso a considerar la resistencia como una alternativa a las felices pascuas en una casa en orden y el andar cansado .de la marcha blanca; el dolor sin nombre de heridas reabiertas y la repetida frustración de un proceso inconcluso como una pesadumbre desolada.
Una nostalgia anticipadora nos hablaba de sueños y cielos que iríamos perdiendo sin remedio en el transcurrir de los siguientes años interminables..
Fuimos nosotros los que juntamos nuestra desazón para repensarnos y afrontar con civilizada y consistente paciencia la irreversible evidencia de que las ilusiones de recuperar la patria para la vida, el orgullo y la dignidad del pueblo rodaban cuesta abajo.
La explotación que se fue construyendo hilada tras hilada de material ideológico nos convirtió en un país de desocupados, negados, aterrados, avergonzados de ser nosotros y nos llevó a un diciembre que hizo estallar los muros y exhibió nuestras miserias a la vista de todos. Habíamos perdido otra vez pero no para siempre.
Fuimos nosotros los que, con asombrosa e inquietante tenacidad, renacimos de la derrota. Nosotros, la buena gente de la patria, los que nunca dejamos de andar apurando madrugadas.
Fuimos nosotros los que volvimos a nuestra vieja costumbre de mantener el equilibrio sobre el andamiaje de la vida, recuperamos la memoria que se reconstruye, se evoca, se recupera, se restituye; hallamos la síntesis en la que se fusionan los tiempos, los hechos, los hombres, la actualidad histórica y seguimos ejerciendo nuestro modo de permanecer con dignidad y coraje masticando la alegría de cada amanecer.
Fuimos nosotros los que nunca nos resignamos a entregar a los que nos estrujan el sudor y se guardan las ganancias los emblemas que nos pertenecen y aquí estamos, treinta años después, con la voluntad de un pueblo libre que vuela como el colibrí en un diciembre que huele a lavanda y santolina.
¡Celebremos!
Norma Fernandez