Este es un año especial para recordar nuestra guerra de Malvinas sus hechos y sus héroes. La Carta del teniente Estévez a su padre forma parte de esas reliquias de la guerra que contribuyen a mostrar el carácter de los hombres que combatieron en las Islas. Esta vez, además de presentarles la carta, queremos dar a conocer quién fue el teniente Roberto Néstor Estévez.
Nada mas hace falta darle una mirada a la fotografía que ilustra esta nota para advertir la reciedumbre de este moderno cruzado argentino. Roberto, era el séptimo de nueve hermanos, de notable inteligencia a los cuatro años sabía leer y escribir. Con tan sólo ocho años de edad creó una historieta muy bien dibujada, cuyo héroe era un gaucho con capa, que vivía grandes aventuras (todas con sentido nacional). Roberto escribió esta historieta durante cuatro años y durante ese tiempo, el superhéroe nacional iniciaba una campaña para recuperar las islas Malvinas.
Lograba todas sus metas y, descubierta su vocación militar, un amigo le comento que los zurdos no entraban al Colegio Militar porque tenían problemas para manejar las armas y disparar. Estévez tenía diecisiete años y, frente a la posibilidad de quedarse sin ingresar al Colegio Militar, aprendió a escribir y manejarse con la mano derecha.
En 1981 realizando un curso de comandos y, durante el desarrollo de una exigente ejercitación propia de la especialidad, tuvo un paro cardíaco. El médico que lo atendió lo dio por muerto pero continuó dándole los auxilios correspondientes; milagrosamente, reaccionó. En forma inmediata, sufrió un segundo paro, del que vuelve a recuperarse. Fue enviado al Hospital en forma inmediata. Todos se quedaron sorprendidos cuando, al día siguiente, se presentó para continuar el curso.
El siguiente relato está tomado del sitio Reconquista y Defensa:
“Teniente Estévez, como último esfuerzo posible, para evitar la caída de la Posición Darwin-Goose Green, su Sección contraatacará en dirección NO, para aliviar la presión del enemigo sobre la Compañía “A”, del Regimiento 12 de Infantería. Tratará de recomponer, a toda costa la primera línea. Sé que la misión que le imparto sobrepasa sus posibilidades, pero no me queda otro camino” sostuvo el Jefe de Regimiento y luego, lo despidió con un fuerte abrazo. La difícil y crítica situación no le permitió agregarle ningún otro tipo de detalle a la orden; además, tratándose de Estévez, eran innecesarios.
-“Soldados, en nuestras capacidades están las posibilidades para ejecutar este esfuerzo final, y tratar de recomponer esta difícil situación. Estoy seguro de que el desempeño de todos será acorde a la calidad humana de cada uno de ustedes y a la preparación militar de que disponen” …así fue la rápida arenga de Estévez. Finalmente, todos los integrantes de la fracción, escucharon la mejor y más hermosa orden que puede dar un Jefe: “Seguirme!”. Pronto estarían inmersos en el combate.
-“Para la Sección, sobre las fracciones enemigas que se encuentran detrás del montículo, ¡fuego! Artilleros, sobre el lugar, deriva 20 grados, alza 400 metros, ¡fuego! Esté atento Cabo Castro, en dirección a su flanco derecho, puede surgir alguna nueva amenaza…” -diversas órdenes se entrecruzaban en medio del fragor y la ferocidad de la lucha; finalmente, se logra bloquear el avance, y aliviar en parte la presión ejercida por los ingleses.
-Cabo Castro, me hirieron en la pierna, pero no se preocupe, continuaré reglando el tiro de la artillería -gritó, sin titubear, el Teniente Estévez.
-Enfermero, ¡rápido, atienda al Teniente! -ordenó Castro, con un grito.
-Me pegaron de nuevo, esta vez en el hombro. Cabo Castro no abandone el equipo de comunicaciones y continúe dirigiendo el fuego de artillería…-fue su última orden; un certero impacto en la cara, quizás de un tirador especial, lo desplomó sin vida.
– “Soldados, el Teniente está muerto, me hago cargo” – gritó Castro y continuó con la misión ordenada, hasta que fue alcanzado por una ráfaga de proyectiles trazantes, que llegaron a quemar su cuerpo.”
-“Camaradas, me hago cargo del mando de la Sección, nadie se mueve de su puesto, economicen la munición, apunten bien a los blancos que aparezcan” -el Soldado Fabricio Carrascul, llevado por el ejemplo heroico de sus Jefes que yacen inermes en el glorioso campo de la guerra, impartió con firmeza su primera orden.
-Los ingleses se repliegan, bien, los hemos detenido y los obligamos a retirarse. ¡Viva la Patria! -gritó con alegría, Carrascul, al ver la maniobra inglesa. En ese momento, un preciso disparo, quizás del mismo tirador especial que eliminó a sus Jefes, le quitó la vida.
Habiendo cumplido con su misión, sin Jefes, agotadas las municiones y transportando sus muertos y heridos, la veterana y gloriosa Primera Sección de Tiradores Especiales se retiró hacia sus posiciones iniciales.
La carta de Estévez a su Padre:
Su hermana, María Julia Estévez, tiene la respuesta y la contó desde la ciudad de Posadas, donde hoy reside con su marido, Roberto Germán García, quien, por esas vueltas del destino, fue amigo y compañero de Estévez en el Colegio Militar.
“El escribió la carta en marzo. En realidad fueron dos. Una para la novia y otra para nuestro padre. Y le encomendó a un soldado que, si no volvía, hiciera llegar las cartas a sus destinatarios”, dijo con serenidad esta mujer de 49 años.
Pero la historia quiso otra cosa. No fue así como la carta llegó a manos de la familia. Ni tampoco la noticia sobre el destino de Estévez en el campo de batalla.
“Nosotros rescatamos la carta entre las pertenencias de mi hermano en los primeros días de julio de 1982, cuando había pasado más de un mes de su muerte en pradera del Ganso”, explicó.
Leamos la emotiva carta:
Querido papá,
Cuando recibas esta carta yo ya estaré rindiendo cuentas de mis acciones a Dios Nuestro Señor. El, que sabe lo que hace, así lo ha dispuesto: que muera en cumplimiento de mi misión. Pero fijate vos, ¡que misión? ¿no es cierto? ¿Te acordás cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas, todos destinados a recuperar las islas Malvinas y restaurar en ellas Nuestra Soberanía?. Dios, que es un Padre Generoso ha querido que éste, su hijo, totalmente carente de méritos, viva esta experiencia única y deje su vida en ofrenda a nuestra Patria.
Lo único que a todos quiero pedirles es: 1) que restauren una sincera unidad en la familia bajo la Cruz de Cristo. 2) que me recuerden con alegría y no que mi evocación sea la apertura a la tristeza y, muy importante, 3) que recen por mí.
Papa, hay cosas que, en un día cualquiera, no se dicen entre hombres pero que hoy debo decírtelas: Gracias por tenerte como modelo de bien nacido; gracias por creer en el honor; gracias por tener tu apellido; gracias por ser católico, argentino e hijo de sangre española, gracias por ser soldado, gracias a Dios por ser como soy y que es el fruto de ese hogar donde vos sos el pilar.
Hasta el reencuentro, si Dios lo permite. Un fuerte abrazo.
Dios y Patria ¡O muerte!
Roberto
Colab. de Daniel Schmidt