Redacté lo esencial de estas líneas hace varios meses, pero por considerarlas importantes, ante la proximidad de las elecciones preferí esperar para publicarlas, evitando que alguien pudiese “sospechar” en ellas un trasfondo meramente electoralista, cosa que —dicho sea de paso— jamás pasó por mi mente.
Luego la “efervescencia” del resultado electoral, y la proximidad de las vacaciones, hicieron que considerase que podían pasar desapercibidas, y —nuevamente lo digo— por la trascendencia que creo tiene el tema al que me referiré, estimé conveniente aguardar al ciclo lectivo 2012 para difundirlas.
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Hace tiempo que autoridades gubernamentales vienen mencionando —y con todo “bombo y platillo”— el “enorme avance” alcanzado en el ámbito educativo, hecho que se habría logrado al facilitar “netbooks” a los alumnos secundarios.
Incluso, y como parte de la equivocada, e injusta crítica a los docentes, fue un aspecto al que se refirió la Señora Presidente de la Nación, en el discurso inaugural de las sesiones ordinarias del Congreso.
Cuando se inició el sistema, se aseguró que habían resuelto entregarlas para que todos los estudiantes del ámbito oficial pudieran aprovechar tal adelanto técnico, pues les permitiría mejorar sus expectativas de aprendizaje, hecho al que antes solo tenían acceso quienes proveían de hogares donde su capacidad económica les facilitaba adquirir dicho elemento.
Ante ese argumento, ya por entonces llamó mi atención que la entrega no se realizara en forma más “selectiva”. Es decir, adjudicándoselas únicamente a los alumnos de escasos recursos económicos, y no a todos por igual.
Pero, interpretando que era una más de las acostumbradas actitudes “electoralistas” a la que nos tienen acostumbrados los integrantes de la “clase política”, consideré innecesario efectuar comentario alguno al respecto.
Transcurrieron muchos meses hasta que las “benditas“ netbooks llegaron a uno de los lugares donde dicto clases (Tornquist) ya que se repartieron primero en los lugares densamente poblados, circunstancia que —siguiendo la misma línea de mi pensamiento— interpreté que sucedía porque es allí donde se encuentra el mayor número de estudiantes, y, por supuesto, porque es también donde se encuentra la “gran cantidad de votos”, y por ende en los que se tenía mayor interés en repartirlas.
Hasta allí, y como semejante accionar político (o “politiquero”, ponga usted, amable lector, el nombre que prefiera al respecto) es algo que constituye una constante de la “clase política”, no sólo en nuestro país, sino de todo el mundo, continuó sin preocuparme.
Cuando finalmente pude verlas en poder de algunos de mis alumnos, me permitió conocer directamente el alcance que tienen y su contenido, así como —y éste es el aspecto que me interesa recalcar, y que me llevó a redactar estas líneas— el uso que los jóvenes hacen de dichos aparatos.
Les pregunté si la famosa maquinita traía juegos instalados (como sucede normalmente con todas las computadoras que adquirimos) ya que descontaba que, si era así, ellos dedicarían una importante parte del día a demostrar su destreza en tan “educativos” menesteres.
Para mi tranquilidad me explicaron que no los traían.
Aunque —a renglón seguido— me aclararon que contaban con la posibilidad de colocarles un “pendriver” con juegos, motivo por el cual igual podían usarla para eso, acotación que de inmediato echó por tierra la serenidad que me había suministrado la inicial respuesta recibida.
Y con semejante posibilidad —casi es superfluo mencionárselos— es una de las actividades a la que, junto con las famosas “redes sociales”, más dedican las netbooks.
Pero lo que me intranquilizó mucho más, y es por lo que me siento obligado a publicar este artículo, es el otro uso masivo que reciben, pues me comentaron que poseen “plena capacidad” para navegar por Internet, por lo cual, profundizando mi interrogatorio, supe que también les permite ingresar —y con absoluta libertad— en páginas de pornografía.
Y es fundamentalmente sobre ese aspecto que deseo llamar la atención, ya que evidentemente eso choca, no sólo con cualquier concepto de “cultura y educación” —aún el más bajo que uno pueda imaginar— sino que además constituye algo absolutamente nefasto para el desarrollo de la juventud, conforme es fácil verificarlo consultando especialistas al respecto, o ingresando en páginas que analizan los riesgos que presenta la pornografía, sobre todo en los adolescentes y preadolescentes.
Por supuesto que podrán decirme que las netbook son suministradas a los alumnos de los cursos superiores.
Pero no es difícil comprender, que ellos se encargan de difundir ese material entre las niñas de menor edad.
Pues bien; creo que la posibilidad de acceder a esas páginas que les otorgan las netbooks, no sólo afecta seriamente el normal desarrollo de nuestra juventud, sino que además permite a los jóvenes evadir cualquier control que sus respectivos padres puedan efectuar en las computadoras que ellos adquieren para sus hijos, colocándoles programas que impiden el acceso al material pornográfico.
Y tal vez sea ése el único sentido en que resulte real, que el suministrar dichas máquinas sirva para poner en un pie de igualdad a “todos” los estudiantes.
Y como el espacio disponible es limitado no profundizaré en más explicaciones sobre el tema, razón por la cual me permito señalar algunas páginas que pueden consultar al respecto, aclarándoles que hay muchas más para ilustrarse sobre el particular.
http://www.educacioninfantil.com/displayarticle97.html
http://es.catholic.net/sexualidadybioetica/346/781/articulo.php?id=48356
http://www.monografias.com/trabajos15/pornografia/pornografia.shtml
Por eso considero que es ineludible colocarles programas que impidan el acceso a la pornografía, cosa que —según me explicaron algunos docentes especializados en computación— fue lo que se mencionó inicialmente que se efectuaría.
Mario Enrique Bruzzone
D.N.I. nº 5.502.542
Von Bulow s/nº
Sierra de La Ventana