El Día Mundial del Medio Ambiente se conmemora en el mundo cada 5 de junio a partir de 1973 y es así que desde entonces la humanidad viene proponiéndose la reserva de vida y salud en un mundo mejor.
La realidad planetaria grita que no hemos logrado mucho en ese rumbo pero sí hemos acumulado lemas de todo calibre diseñados por una ingeniería muy astuta para que, de tanto repetirse, se conviertan en el lugar común que corre de boca en boca restándole valor a las palabras y desplacen de su eje al debate imprescindible acerca de las condiciones ambientales que tiendan a fortalecer la conciencia comunitaria en la protección y preservación de un medio ambiente sano, entendiendo como tal un espacio solidario que albergue a todos los seres vivos que habitan en él.
El medio ambiente atraviesa a toda la sociedad y cualquier acción que altere la estabilidad del ecosistema que nos contiene nos afecta
– en lo cultural cuando se admite como natural que se contaminen el aire, la tierra y el agua y se perturbe la buena salud;
– en lo educativo, cuando no se implementan campañas de información a la comunidad sobre reglas claras de convivencia urbana
– en lo laboral cuando se contrapone un golpe de efecto a la preservación de una fuente de trabajo,
– en la seguridad cuando no se planifica para la contingencia de un incendio, una nevada, una inundación;
– en lo económico cuando el costo de un servicio esencial se eleva por encima de toda lógica o cuando se dictan ordenanzas que se sostienen en la amenaza y la prohibición y no en su credibilidad;
– en las relaciones entre vecinos que se resienten cuando la necesidad hace tomar atajos que enfrentan intereses particulares o cuando se ignora el Código de Planeamiento Urbano y las viviendas crecen como hongos tras la lluvia;
– y en fin, tanto más… demasiado largo de enumerar.
“El que no sabe es como el que no ve” pregonaba la sabiduría de mi abuela. Y si no sabemos, aceptamos las respuestas, asumimos la frustración y vamos perdiendo la fe con el paso de tiempo, porque es nuestra ignorancia la que sustenta ese poder que nos impone la arbitrariedad de las medidas que se proponen y las medidas que se toman sin tener en cuenta si afectan a la buena vida de los habitantes. El conocimiento, entonces, es la herramienta idónea para asumir la obligación de ser usuarios permanentes de los derechos constitucionales que nos amparan, peticionando y participando activamente de las decisiones que se tomen en lo que a nuestras vidas respecta.
Si todos los vecinos de Sierra de la Ventana supiéramos que la Constitución Nacional en su art. 41 ampara nuestro derecho a gozar de un ambiente sano, equilibrado (…) jamás admitiríamos como verdades irrefutables las respuestas que recibimos cuando realizamos un reclamo en el marco del art. 43 en tanto éste determina que toda persona puede interponer acción expedita y rápida de amparo (…) contra todo acto u omisión de autoridades públicas o de particulares, sin necesidad del paraguas de la personería jurídica ni de notas avaladas por multitudes de firmas a lo que también podríamos recurrir si es nuestra voluntad soberana el transitar por ese camino.
Es mucho lo que se puede hacer para aportar a la modificación de todo aquello que genere agresión al medio ambiente de la comarca pero sólo será posible si se advierte que es urgente comenzar con la restauración de los lazos solidarios de la población mediante el trabajo significativo desde lo institucional – el estado – y lo social – la comunidad -, escuchando y aprendiendo de los errores; dialogando, consensuando; respetando las decisiones, construyendo y reconstruyendo una y otra vez hasta lograrlo.
¡Buen día mundial del medio ambiente tengan todos!
NORMA FERNANDEZ
Vecina de Sierra de la Ventana