Aquella transmisión en la terraza del Teatro Coliseo se transformó en la piedra fundamental de un medio que, como ningún otro, sería compañía, servicio, entretenimiento, y vehículo de información. Posibilidad de imaginación y construcción de universos propios en los oyentes. Pasaron cien años y aquella idea primigenia de Los locos de la azotea sigue tan vigente como entonces. Un 27 de agosto, pero de 1920, Enrique Telémaco Susini, Miguel Mujica, César Guerrico y Luis Romero Carranza concretaron esa propuesta aventurada transmitiendo, en directo, la ópera Parsifal de Richard Wagner. Nacía la radio a partir de un acontecimiento pionero en el mundo. Una década antes, para el centenario de la Revolución de Mayo, el italiano Guillermo Marconi había presentado en el país el “telégrafo sin hilo”, un antecedente cercano a la futura radiodifusión.
“El aire, tan inasible, es el gran comunicador. Lo menos visible y consistente es el vehículo para llegar al otro”, metaforiza Héctor Larrea, uno de los grandes próceres del micrófono. Durante este primer siglo de vida, la radio lidió con la aparición de los medios audiovisuales. Vio esfumarse la ficción de sus radioteatros hacia las luces de la televisión, prescindió de los programas de humor y dejó vacante el espacio de las galas estelares con orquestas en vivo. Sin embargo, goza de una vigencia extraordinaria fruto de su hermandad con las plataformas digitales, el streaming y la posibilidad de romper límites geográficos gracias a los soportes tecnológicos que hacen que hoy sea casi imposible encontrar un rincón del planeta sin acceso a una transmisión. Fiel y compañera. Insustituible. Refugio de la palabra y de la música. Cobijo de la literatura, de la información actualizada al instante y de la emoción de la disputa deportiva. “La radio tiene que ver con el alma y la televisión con el poder”, relaciona Jorge Lanata, quien lidera la segunda mañana de Radio Mitre con casi la mitad del encendido.
“La radio es la transmisión más directa de la idea y la palabra que encontró el hombre. Lo que hoy se puede hacer vía WhatsApp, ya se hacía en los años ´30 o ´40 en la radio. Las primeras difusiones virales corresponden a este medio que desparramaba noticias por el mundo. Las prácticas que hoy llevan adelante muchos artistas, ya las había implementado Carlos Gardel en el ´30 cuando cantó en Nueva York con sus músicos acompañándolo desde Buenos Aires”, grafica Lalo Mir, una de las voces que, desde los ochenta, se apoya en la ética de un estilo propio.
“Con la radio viajamos, soñamos, crecemos. Somos como los escuchadores quieren que seamos”, reconoce Nora Perlé, la gran estrella femenina del medio que transita los estudios desde hace sesenta años con una voz personal e identificable.“Es un medio agradecido y revolucionario. Es imaginación pura. Escuchar radio es como escribir un libro, el oyente completa lo que está escuchando”, reflexiona Fernando Bravo, una de las voces más trascendentes de nuestro país, desde hace años responsable de la tarde de Continental. La fidelidad define el vínculo con los comunicadores. En la radio no aplica el zapping. “El oyente se hace amigo de las voces”, reconoce Juan Alberto Mateyko, hoy al frente de un espacio líder en audiencia en la noche de Radio Mitre Córdoba, ciudad desde la que también emite un tanque federal: Cadena 3, la emisora que sale para todo el país bajo el liderazgo de Mario Pereyra y Rony Vargas. “La radio es acompañamiento. La escuchás antes de irte a trabajar, mientras viajás, en las madrugadas. Siempre está. En un pueblo o en una gran ciudad. La radio no hace diferencias”, reconoce Santiago del Moro, quien ocupa la primera mañana de La 100.
Corría 1920 y el Poder Ejecutivo nacional estaba a cargo del radical Hipólito Yrigoyen. “Señoras y señores: la Sociedad Radio Argentina les presenta hoy el festival sacro de Ricardo Wagner, Parsifal, con actuación del tenor Maestri, el barítono Aldo Rossi Morelli y la soprano argentina Sara César, todos con la orquesta del Teatro Costanzi de Roma, dirigida por el maestro Félix von Weingarten”. La voz engolada de Enrique Susini abrió la transmisión. La antena endeble se colocó a una distancia intermedia entre el Coliseo y la cúpula de una propiedad de Cerrito y Charcas. En la terraza del teatro se ubicó el precario equipamiento. La mitología cuenta que Susini habría traído de Europa algunos elementos escondidos en sus ropas. Aquellos transmisores de 5 KW, que fueron colocados en la azotea del teatro, habrían tenido origen francés. Un micrófono con bocina para sordos se instaló en el paraíso de la sala. Todo listo para que unos pocos con auriculares “a galena” pudiera acceder al gran acontecimiento fundacional y revolucionario.
En poco tiempo, el medio se arraigó en la población. Las emisoras que empezaban a surgir completaban sus grillas con una programación amplia que incluía noticias y programas musicales. En 1928, Yrigoyen, ya transitando su segundo mandato, creó la Dirección de Radiocomunicaciones dependiente de Correos y Telégrafos. La idea era organizar las emisoras y definir el objetivo para el que fueron creadas. Aquel reglamento incitaba a: ofrecer audiciones altamente artísticas y culturales, que la propaganda comercial se emita en forma mesurada sin alterar la calidad de los programas e impedía que predominen grabaciones en discos. En aquellos tiempos entraba en escena Jaime Yankelevich, quien llegaría para modernizar e impulsar el joven medio que ya veía desfilar a artistas de la talla de Ignacio Corsini y Rosita Quiroga.
Con los años, cada pueblo de la Argentina comenzó a experimentar una modalidad simplificada de la radiofonía. Una forma de contar con un medio local, aunque con algunas licencias estructurales: nacían las llamadas “propaladoras”. Para Héctor Larrea “era jugar a la radio. Empecé a los 13 y estuve hasta los 16. Se pasaba solo discos de 78 rpm. La gente escuchaba en las esquinas y a los comerciantes le gustaba que fuesen nombrados. Me pagaban setenta pesos por mes”. Así como en Bragado, la ciudad natal del locutor, cada localidad contaba con su servicio propio. Se trataba de una red de parlantes instalada en las calles céntricas. “Las propaladoras cumplían con un gran servicio. Luego, la aparición del transistor generó una revolución en la forma de comunicar, provocando la masividad del medio”, reconoce Fernando Bravo.
A partir de la década del ´40, la radio vivió una época gloriosa.
Las programaciones contaban con las grandes estrellas de la música, las orquestas de tango más importantes, los ciclos de radioteatro paralizaban la vida cotidiana y los animadores se convertían en ídolos populares. Los Pérez García y el Glostora Tango Club eran emisiones ineludibles para las audiencias. “Usted está hablando con la casa de los Pérez García”, decía la voz del inicio y explotaba el dial. Gran pensión El Campeonato satirizaba el fanatismo por el fútbol y Niní Marshall deslumbraba con su galería de personajes junto a Juan Carlos Thorry, un partenaire de lujo. Charlo era estrella al igual que Juan D´Arienzo. Épocas donde Buenos Aires se enorgullecía de su tango. Los Cinco Grandes del Buen Humor y Luis Sandrini con su personaje Felipe se ganaban la aprobación popular. Eva Duarte era otra de las actrices convocada frecuentemente por un medio que privilegiaba la ficción. Hilda Bernard y Oscar Casco hacían suspirar a las mujeres, sobre todo cuando él le decía a ella “Mamarrachito mío”. El Radioteatro de Nené Cascallar por Splendid era un suceso. A comienzos de los ´50 desembarcó Alejandro Romay, fundó Radio Libertad y dio vida a marcas históricas como Grandes Valores del Tango. Ya hacía tiempo que otro título emblemático gozaba de buena vida: Las dos carátulas, el ciclo de ficción que aún sigue en el aire bajo la dirección de Nora Massi por Nacional. Si este programa proponía textos del teatro universal especialmente adaptados para la radio, algunas emisoras enviaban sus móviles a las salas céntricas para transmitir las funciones en vivo. Cuando los actores en escena no emitían palabra, los oyentes de radio potenciaban su capacidad creativa. “Los actores tenemos, en parte, la responsabilidad de haber dejado vacante el lugar de la ficción en la radio. Cuando apareció la televisión, también los autores eligieron ese medio”, reconoce Massi.
En la época de oro, las publicidades también eran celebridades. Los oyentes cantaban de memoria los jingles. Al consabido “Venga del aire o del sol, del vino o de la cerveza, cualquier dolor de cabeza, se cura con un…”, nadie dudaba en rematar con la marca Geniol. Así como Glostora, otros productos acompañaban los títulos de los programas. El medio era poderoso y las empresas sabían que sus ventas se multiplicaban si un programa llevaba su nombre: imposible olvidar el Teatro Palmolive del aire o el posterior Modart en la noche. En aquellos tiempos, Pepe Iglesias era El Zorro y Delfor animaba La revista dislocada.
En los ´40, Tita Merello o Libertad Lamarque hacían delirar a los escuchas de radio capilla. Lolita Torres, una joven celebridad, alborotaba el dial en el horario nocturno: “Salvo en sus inicios, las audiciones de Lolita ocuparon justamente esa franja horaria y contaban con la presencia del público que hacía interminables colas para poder ingresar en la emisora. Muchas veces se llegaba a interrumpir el tránsito, librándose verdaderas luchas a brazo partido para conseguir una ubicación en la platea”, describe el prestigioso historiador Mario Gallina en Querida Lolita, la eminente biografía de la cantante que lleva su firma.
Los animadores siempre tuvieron un lugar destacado. En la primera era, con esmoquin animaban las veladas en vivo en auditorios como el monumental espacio art decó de Maipú 555, hoy Radio Nacional. Eran tiempos donde se construían edificios pensados para las radios. Desde los ´60, los locutores comenzaron a oficiar de “bastoneros” en los tradicionales espacios de varias horas de duración cuya agenda era amplia y variopinta. Acaso Rapidísimo sea el programa más trascendente de este tipo. La creación de Héctor Larrea nació en El mundo y luego pasó por Continental, pero este derrotero concluiría cuando el programa copó Radio Rivadavia, desde donde salió al aire durante 30 años consecutivos. “Tomé cierto modo de los años ´40 y ´50. No quería que se perdiera ese estilo que tenía la radio de ese tiempo. De todos modos, creo que nos movíamos muy rápido. Es que yo no quería que la gente se aburriese y cambiase de radio. A mí me fatigaban los programas lentos y no quería caer en eso”, explica Larrea, quien hoy sigue frente al micrófono en las tardes de Radio Nacional con El carromato de la farsa. A las siete en punto se escuchaba aquel himno: “En la mañana fresca y temprana como un rosa”. Arrancaba el fenómeno de cinco horas diarias. Aquella melodía se convirtió en el despertador de los argentinos.
Larrea, junto con Antonio Carrizo y Cacho Fontana, conformó el trío más exitoso desde los micrófonos de Rivadavia. Carrizo apelaba a la música y la cultura con La vida y el canto. Fontana impuso modernidad en el medio. Su Fontana Show rompió los moldes establecidos. “Fue un innovador, una inspiración para todos nosotros”, reconoce Juan Alberto Mateyko. Silvio Soldán, Julio Lagos y Juan Carlos Mareco también construyeron identidades propias avalados por sus nutridas audiencias. Más tarde llegaron Néstor Ibarra, Rolando Hanglin y Oscar González Oro. En El Show del Minuto, el tono pausado y los silencios de Hugo Guerrero Marthineitz modificaron la manera de decir y permitió otras licencias poéticas al medio. Licencias que también se tomó Jorge Lanata en Hora 25 cuando leía un libro completo o entrevistaba, durante una hora, a un invitado que solía estar al margen de la agenda previsible. “Un reportaje es un juego de seducción donde busco que el otro me diga lo que no me quiere decir”, reconoce el conductor de Lanata sin filtro. Tom Lupo fue otro de los nombres que atravesó el medio con erudición sobre literatura y música.
Juan Carlos Mesa impuso un estilo en el prime time de la mañana en el que alternaba la información con el humor. Imposible olvidar su Ping Pong por El Mundo. Hoy, varios programas cuentan con humoristas en su mesa para matizar la información de la cruda realidad. Rolo Villar, Ariel Tarico, Claudio Rico, Alejandro Gardinetti, Nacho Bulián y Pesky son algunos de los humoristas que tomaron la posta de Luis Landriscina, Mario Sánchez o el famoso Dr. Puyerredón Arenales.
Juan Di Natale ocupa la primera mañana, desde las seis, apelando a un modelo de comunicación diferente desde Radio Mega: “Lo necesario, a esa hora, es ofrecer a quien escucha el servicio para saber cómo arrancar el día. Hay que lograr que la compañía sea lo más amable posible porque a nadie le gusta levantarse tan temprano”. Cada mañana, el programa de Marcelo Longobardi, arranca a las seis de la mañana y es el más escuchado de la radiofonía argentina desde hace varias temporadas. Magdalena Ruíz Guiñazú también fue una voz referencial en ese horario donde la radio marca agenda. Su Magdalena tempranísimo fue un clásico de muchos años. Y una excepción a la cultura patriarcal que también rompieron Luisa Valmaggia y María O’Donnell.
“La radio siempre fue machista y lo sigue siendo hoy. ¿Cuántas conductoras hay hoy en radio? Muy pocas. La mujer siempre está preparada porque para acceder a ese lugar debe rendir muchos exámenes. En lo personal, no me copié de nadie. Hice lo mío y gustó”, explica Nora Perlé, la gran voz que sigue sembrando el vínculo desde Canciones son amores, el clásico de Radio Mitre que ya cumplió 19 años en el aire. Perlé pertenece a esa generación integrada por Nucha Amengual y Betty Elizalde. Divas del éter. Elizabeth Vernaci es otra de las mujeres que hicieron escuela, pero con un estilo más desenfadado. “Locución es sinónimo de radio. El rol fue cambiando. Cada día toma más relevancia. El locutor o la locutora tiene que tener un buen decir, hacer un buen manejo del lenguaje para atrapar al oyente. El profesional tiene que transmitir emociones, tener impronta, diferenciarse”, explica Romina Monfrinotti, locutora nacional y docente, que hoy desempeña sus actividades en la noche de Radio Rivadavia. Ayer Graciela Mancuso, Leonor Ferrara, Beba Vignola, y Rina Morán. Hoy, Alicia Cuniberti, María Esther Sánchez, María Isabel Sánchez, Marita Monteleone, Estela Montes, Florencia Ibáñez, Nora Briozzo y tantas otras. El ISER y el Cosal se convirtieron en el semillero. Allí se forman las voces que mimarán a los oyentes.
Trabajo de campo
La radio actual se define a través de la noticia. Si aquel medio original se sostenía en el entretenimiento, hoy su anclaje está enfocado en la información. La cobertura de los periodistas en exteriores es una herramienta indispensable que complementa el trabajo en el estudio más vinculado a la opinión y el editorial. “El móvil es, en cierta forma, el ojo de la radio. El movilero es quien está en contacto directo con la noticia, con los hechos que están sucediendo”, dice Martín Canay, quien estuvo 20 años al frente de uno de los móviles de Radio Del Plata.
Más allá de soportar las inclemencias climáticas, los cronistas deben desarrollar una emocionalidad equilibrada. Situaciones de riesgo, tragedias, hechos de violencia, conforman una agenda que, en muchos casos, pone en juego hasta la integridad física: “El periodista en la calle está en contacto directo con el que sufre. Cubrir el atentado de la AMIA me marcó. Llegué unos minutos después de la explosión. Cuando volví a mi casa me puse a llorar al recordar todo lo que había vivido. En frío, uno empieza a entender sentimentalmente lo que se vio”, reconoce Canay, cuya primera cobertura fue la muerte del periodista Daniel Mendoza en agosto de 1992.
La tarea en la calle nutre los espacios informativos como Mitre Informa Primero, El Rotativo del Aire de Rivadavia, Siempre Noticias de Radio 10 o de La Red Informativa de La Red.
Voces inclusivas
“LT22 Radio La Colifata nació el 3 de agosto de 1991. Fue la primera radio del mundo en transmitir desde un neuropsiquiátrico. Nació en los jardines del hospital con un grabador de periodista que circulaba entre los presentes y su primera modalidad de difusión fue a través de la retransmisión de microprogramas en radios FM y AM”, explica Alfredo Olivera, fundador y director de La Colifata. Olivera, quien también es psicólogo, encuentra que la radio es una formidable herramienta para poder integrar a los pacientes internos del Hospital Borda de Buenos Aires. “La Colifata es un dispositivo terapéutico y social que aborda los medios de comunicación para generar espacios de encuentro y desde allí acompañar procesos clínicos en los pacientes y desestigmatizantes en la comunidad”, concluye el profesional, que organiza encuentros internacionales dado que el proyecto La Colifata fue replicado en varios países. A un siglo de su nacimiento, la radio también es una herramienta transformadora.
Luisa Delfino es otra de las responsables de aprovechar el potencial del medio como motor sanador. Su programa Te escucho, actualmente emitido por Del Plata, permite la catarsis confesional desde hace 29 años. “El valor reside en que el oyente entiende, contando su historia, que es el protagonista”, reconoce Delfino. Para ella, la repercusión de la experiencia tiene que ver con ocupar un espacio vacío: “Los oyentes buscaban que alguien le diera importancia a lo que les estaba pasando”, reconoce la periodista.
Si de vínculo con las audiencias se trata, la radio pública cumple con esas necesidades que, en zonas inhóspitas, cobran especial relevancia. “En nuestro país, la brecha digital es notable. En ese contexto Radio Nacional tiene un rol fundamental ya que llega a través de sus 49 emisoras a cubrir todo el territorio argentino. La radio es parte de la comunidad como la escuela o un hospital. Es una institución más. Recibimos mensajes de zonas rurales o fronterizas agradeciendo el contenido diario. Un clásico y buen ejemplo del poder comunicacional de Nacional son los mensajes al poblador que aún se sostienen diariamente en varias radios de la Patagonia”, reconoce Martín Giménez, a cargo de la gerencia artística de la emisora.
Peligro de gol
A Tito Martínez Delbox se le atribuye el primer relato de un partido de fútbol. Lalo Pelicciari, Edmundo Campagnale, Fioravanti, Enzo Ardigó fueron nombres relevantes en las transmisiones deportivas. Luego llegarían Horacio García Blanco, Julio César Calvo, Julio Ricardo, Enrique Macaya Márquez. José María Muñoz fue la gran estrella del relato futbolístico, hasta que llegó Víctor Hugo Morales y transformó, con decir exquisito, la manera de contar lo que sucedía en el césped. Más acá en el tiempo, Mariano Closs aportó su impronta. Alejandro Fantino es uno de los nombres que dejaron huella en ese romance entre la radio y el deporte: “El relato deportivo ocupa una centralidad. Es fútbol, boxeo, atletismo. Para la gente, los momentos de mayor felicidad tienen que ver con la conexión con la voz del relator. Los grandes logros fueron traídos desde el relato deportivo que es la esencia propia de la radio”, reconoce Fantino que siguió durante años la campaña de Boca Juniors. Sport 80 de Mitre y La Oral Deportiva de Rivadavia hicieron escuela. “El humor, los magazines, los programas periodísticos y el deporte han tenido, históricamente, una presencia primaria y emblemática en Rivadavia. Justamente El rotativo del aire y La oral deportiva, que tiene 87 años de vigencia, son la columna vertebral de la radio”, sostiene Fernando Subirats, actual director de la legendaria Rivadavia.
Mariano Closs es otra de las figuras cuyo nombre es sinónimo de la radio vinculada al deporte. “Una tira deportiva ha sido tan importante como la vida social, política o económica. El deporte ha acompañado a cada oyente, creo que, en definitiva, todos somos parte del deporte. Tiene que ver con la pasión y el fanatismo. A través de la radio, el deporte sirve para distender o para polemizar”. Closs no duda en reconocer la valía de un buen relato: “Es importante poder situar al oyente con la mayor cobertura posible, hay que tenerlo en vilo y saber contarle lo que sucede en el estadio. El aficionado debe sentir que está en el campo de juego”.
Musicalidades
Juan Alberto Badía brilló en la AM y fue precursor de la FM. Imposible olvidar su Imaginate Flecha Juventud. Fue el gran difusor de la música y de la presencia en vivo de los músicos en la radio. Si la palabra y sus silencios son mecanismos esenciales de la comunicación radial, en cien años de historia, el medio ha demostrado que la música es ese otro lenguaje que intercede disparando las más diversas posibilidades emocionales en el oyente. Juan Di Natale estuvo 25 años en la Rock & Pop, la señal creada por Daniel Grinbank que transformó las estéticas en la década del 80 con un anclaje en esos géneros que le dieron nombre: “Considero que la música es un lenguaje esencial. Sirve para construir comunidades y también para darle sentido a las palabras. Se puede editorializar o emocionar desde el recurso de la música”, explica Di Natale, quien transitó los tiempos de oro de esa emisora que fue bisagra, que sentó las bases para una nueva forma de comunicar. Aquella Rock & Pop tenía a Mario Pergolini, Bobby Flores y a Lalo Mir como figuras estelares. “La radio no solo es medio, es reflejo de las artes. Fueron años de vértigo, adrenalina y locura. Estábamos en plena primavera democrática con la cultura explotando. Era el tiempo de Palladium, Cemento, de las bandas emergiendo”, recuerda Lalo Mir. Allá lejos y hace tiempo su gloria comenzó a gestarse con Aquí Radio Bangkok uno de esos programas que serán recordados por siempre.
Daisy May Queen fue una de las mujeres referenciales de la FM musical. “La música es la que te transforma. Es lo más importante de la FM y nosotros somos meros transmisores”, explica la locutora, que lideró la audiencia con Los 40 principales y rompió con cierta hegemonía en las voces femeninas presentadoras de canciones: “Todos tenemos identidad propia si dejamos fluir con nuestro propio ser”.
Juan Alberto Mateyko siempre ha sido un promotor de la música latina, y los grandes intérpretes pasaron por sus programas: “Difundí a esos cantantes cuando nadie lo hacía. Nunca me fijé en modas, sino que seguí mi propio estilo. Nunca pasé un artista que no me gustase”, reconoce Mateyko, quien llegó a tener un ciclo de diez horas de duración en Radio El Mundo. “En cualquier otro medio, una idea lleva tiempo desde su elaboración hasta su ejecución, en la radio una idea puede llevarse a cabo en pocos minutos”, reconoce Ezequiel Hara Duck, quien participa en Metro y Medio, conducido por Sebastián Wainraich y Julieta Pink por Metro, frecuencia que, de acuerdo al horario, prioriza la música o la palabra dicha.
“La 2×4 es la única radio de tango del mundo. Eso nos obliga a mostrar a los nuevos artistas, a reflejar el traspaso del legado. Es una gran responsabilidad. Tenemos que mantener la antorcha del tango encendida”, reconoce Baltazar Jaramillo, director de la FM La 2×4 y de La Once Diez.
El cruce de música y palabras que propone Alejandro Dolina solo puede ser posible en esas madrugadas de reflexión extendida. Si la mañana es el prime time, las sombras proponen otro tipo de experiencias: “A la noche, la gente tiene más tiempo para esperar la resolución de los silogismos. A la mañana no hay tiempo”, reconoce Dolina, quien se apoya en la erudición propia y en la de su audiencia: “Son un hueso duro de roer”, reconoce el escritor, que el 5 de septiembre realizará una experiencia por streaming con La pieza de Dolina.
Pulso del tiempo
Nora Perlé también apela a la música para llegar a sus oyentes, pero no se priva de la palabra y de los silencios. Aunque no siempre pudo elegir qué decir: “En la época de la dictadura, estaba en Excelsior y una mañana comentamos al aire distintas modas de levante o seducción callejera. Me llamó el militar que intervenía la radio y me dijo que, si no cambiaba de tema, me levantaba el programa”. Tiempos en los que se recurría a la uruguaya Radio Colonia para que la voz de Ariel Delgado contara las oscuridades acontecidas en la Argentina.
Fernando Bravo recuerda que una de las transmisiones más conmovedoras fue cuando le tocó transmitir el cónclave que llevó al papado a Jorge Bergoglio: “Fue de una emoción única, siempre recuerdo ese momento tan especial, donde imaginamos que el oyente debe estar tan pendiente como uno ante semejante noticia”.
En ese entramado de voces, el manejo de la técnica aparece como un engranaje esencial. “Ser operador significa ser el armador de un programa. El operador tiene que tener rapidez mental y buen gusto para poder combinar cortinas, música, publicidad y la voz en el estudio. Tiene que saber resolver en el momento”, explica José Pepe Ciotti, jefe de operadores, quien lleva 39 años en Rivadavia y 24 en La Red. “Trabajé con todos los grandes. Cuando debuté en La oral deportiva, José María Muñoz me dijo que nos escuchaban dos millones de personas. Casi me muero, me temblaban las piernas”.
El futuro
“La radio se encuentra con las redes sociales, por eso tenemos un tercio de programación en podcast que generan foros. Los contenidos no se agotan en la transmisión en vivo”, reconoce Baltazar Jaramillo en clara referencia a los soportes de los que se vale el medio. La radio vive a través de la web, por streaming o en podcast, sin eludir la tradicional transmisión por aire que llega a los más diversos reproductores. La radio respira en la palabra viva de la AM o en la definición digital de la FM. La radio se empoderó con las tecnologías que fueron surgiendo a lo largo de estos cien años. Sigue sucediendo. “El respeto hacia el medio no es otra cosa que el respeto al que escucha”, concluye Héctor Larrea.
De estricto perfil bajo. No ostenta porque camina segura de sus valores. Esos que nadie tiene. Misteriosa. Seductora. La radio, esa gran dama de la comunicación. Hace años, una oyente le dejó un mensaje a Betty Elizalde: “El lunes no me mato porque sé que vos vas a estar en la radio”. Acaso esa sea la mejor definición de cien años de tradición.
Fuente: Lanación