Los extranjeros contribuyen al desarrollo productivo y laboral, a pesar de los prejuicios sociales y narrativas públicas que los señalan como “un gasto para el Estado”, sobre todo cuando llegan de países limítrofes. El aporte va desde la producción hortifrutícola a la medicina y la ingeniería; de las grandes urbes a las zonas rurales
Las olas migratorias provenientes de cualquier país generan efectos positivos en las naciones receptoras ya que impulsan un aumento en el consumo, un aporte monetario en concepto de pago de impuestos y la diversificación de mano de obra. Es decir, un impacto en el desarrollo productivo y laboral, que se suma al aporte cultural y social de las colectividades.
Las migraciones internacionales hacia la Argentina han sido numerosas desde antaño y han generado que el vivir en Argentina implique vincularse con una variedad de identidades (multiculturalismo). Las redes migratorias, como las colectividades, los sindicatos, las redes de producción, entre otras, se constituyen en enclaves solidarios que nutren a la convivencia democrática, al mismo tiempo que al desarrollo demográfico y económico. Sin embargo, esto último suele ponerse en duda, con discursos estigmatizantes y xenófobos que ubican al migrante -sobre todo de países limítrofes- como un subsidiario de servicios públicos y de los puestos de trabajo.
Prima la idea de que los migrantes son “un gasto para el país” y que llegan a la Argentina para hacer uso y abuso de los hospitales y escuelas públicas, como de programas sociales que brinda el Estado. Las estadísticas y los estudios de campo muestran, justamente, lo contrario. Sobre ese escenario y sobre los efectos positivos de las migraciones en el desarrollo productivo y en sectores diversos de la economía se asienta la agenda pública de la Fundación COLSECOR del mes de noviembre, con el objetivo de derribar prejuicios, fortalecer la solidaridad como factor esencial en las democracias y propiciar la equidad para las comunidades migratorias.
Es derecho, no exceso
En este 2023 se cumplen 20 años de la sanción de la Ley Nacional de Migraciones (25.871), que puso el foco en los compromisos internacionales en materia de derechos humanos de los migrantes, por ejemplo, la garantía explícita del acceso a los servicios sociales de la salud, de la educación y, en particular, el respeto de los derechos laborales, aun cuando los migrantes se encuentren en situación irregular.
Aunque la atención en salud es un derecho contemplado en esta ley, la frase repetida es que los migrantes sobrecargan los hospitales públicos, en detrimento de la calidad sanitaria para los argentinos. Pero las estadísticas muestran que los migrantes no constituyen un gasto significativo para el sistema de salud argentino, ni siquiera en las zonas de frontera, como revela un informe de la Organización Internacional de Migraciones (OIM)[1].
Tampoco tienen prioridad en la recepción de subsidios o programas sociales [2]. Solo el 1% del gasto social está destinado a migrantes, la proporción de pensiones no contributivas es de 8% para los argentinos contra un 4% de los migrantes, y las asignaciones familiares alcanzan a un 8% de nativos y a un 5% de migrantes[2]. Otro mito es que los migrantes ocupan lugares en el sistema educativo que les corresponden a los argentinos. Es real que la universalidad, la gratuidad y la calidad de la educación nacional, especialmente la universitaria, constituyen factores que atraen la migración. De hecho, los números de la primera Encuesta Nacional de Migrantes de Argentina (ENMA) señalan que el 59% de las personas consultadas declararon haber migrado por motivos de estudio, entre otros factores. Sin embargo, lejos están de sobrecargar el sistemas educativo, como se suele repetir: el último informe estadístico de la Secretaría de Políticas Universitarias[3] indica que en el período 2018-2019 los estudiantes extranjeros representaban sólo el 3,6% del total de los estudiantes. Vale destacar que en la educación primaria y secundaria, aunque Argentina tiene una legislación abierta e inclusiva, la desigualdad que atraviesa el universo educativo en nuestro país alcanza muy especialmente a las personas migrantes: así, durante pandemia, el 35% de los hogares de migrantes con niños en situación escolar no contó con internet[4], acentuando las brechas educativas. Ahora bien, el aporte educativo también lo hacen las más de 5 mil instituciones pertenecientes a colectividades que cuentan con más de 400 escuelas, a las que asisten cerca de 200 mil chicos.
Migración y trabajo
A nivel histórico, poco se visibilizó el aporte económico que las personas migrantes generan en Argentina. En su mayor parte, los textos de historia económica y social clásicos no mencionan la participación de los migrantes limítrofes en los mercados de trabajo en las oleada migratorias de la segunda mitad del siglo XIX y la década de 1930, pero sí dan cuenta de la importancia de la corriente migratoria proveniente de Europa, como sostiene el investigador Roberto Benencia en un trabajo colectivo publicado por la OIM, en el marco de la conmemoración del Bicentenario de la Independencia Nacional[5].
Si bien la migración proveniente de países vecinos no presenta características uniformes, los datos de la OIM-Argentina permiten trazar una radiografía del binomio migrantes y trabajo. Como fuerza laboral, abarca el comercio, la construcción y el servicio doméstico, sectores que representan el 53% de las ocupaciones, junto a la agricultura, la confección textil y otros trabajos de cuidados. Se trata de lugares de vacancia en la población nativa y ocupados por extranjeros, principalmente de América Latina. Es decir, el trabajo migrante es complementario del nativo.
En base a datos del libro “Los inmigrantes en la construcción de la Argentina“, se observa que en la actualidad los paraguayos se incorporan, básicamente, a dos tipos de actividades: la construcción, en el caso de los hombres, y el trabajo doméstico, en el caso de las mujeres, básicamente en el AMBA y la provincia de Buenos Aires, y actividades agrícolas que se llevan a cabo, prioritariamente, en las áreas rurales de las provincias fronterizas a Paraguay.
En el caso de los peruanos, la mayor parte de ellos realizan actividades relacionadas con el comercio, los hombres, y con el servicio doméstico, las mujeres. Los uruguayos, por su parte, desarrollan en la Argentina actividades básicamente profesionales, docentes, comerciales, de ahí que su principal asiento son las áreas urbanas. Entre migrantes de Bolivia, su principal inserción es en el mercado frutihortícola, dispersos en varias regiones del país, pero con énfasis en provincia de Buenos Aires donde generan el 80% de la producción.
En el caso de los brasileños, por ejemplo, los inmigrantes dedicados a la pequeña producción agrícola o a la producción arrocera muy tecnificada se ubican, preferentemente, en las provincias que lindan con su país (Misiones, Corrientes), en tanto que los que se dedican a aquellas actividades relacionadas con industrias especializadas o comercio, se insertan en ciudades capitales de provincias argentinas con mayor desarrollo económico. Los chilenos desarrollan, por un lado, actividades agrícolas sobre todo relacionadas con la fruticultura (cosecha y empaque), de ahí su asentamiento en las provincias cercanas a su país, y por otro, actividades profesionales y comerciales.
Venezuela y el aporte al sector salud
Desde el Instituto de Políticas de Migraciones y Asilo (UNTREF) señalan que cerca del 50% de las personas venezolanas se mueven en servicios al cliente (entre los que se encuentran hoteles, restaurantes y comercios). Sin embargo, hay dos sectores económicos-profesionales que atraen a los migrantes de Venezuela: por un lado, la industria de la ingeniería, pues se estima que hay 14 mil ingenieros residentes que cubren una demanda insatisfecha en el mercado local[6] y, por otro lado, el sistema de salud, tanto público como privado.
En Argentina hay más de 20 hospitales activos, fruto de instituciones de colectividades que marcan la fuerte impronta de los migrantes en el campo de la salud. “El 30% de las residencias que promociona el Estado argentino quedan vacantes, porque son lugares inhóspitos, pueblos rurales del Norte y el Sur de Argentina, y eso hoy se está cubriendo en gran parte por el aporte de los médicos venezolanos”, detalló Julio Croci, director nacional de Pluralismo e Interculturalidad[7].
Fundación COLSECOR dialogó con Albert Contreras, presidente de ASOMEVENAR[8] , la asociación que nuclea a médicos venezolanos en Argentina. Actualmente hay cerca de 2.300 médicos venezolanos que participan del mercado laboral; la gran mayoría son mujeres, jóvenes, pero con varios años de ejercicio en la medicina. “Un 20% de quienes migraron ya tienen hijos argentinos”, destaca Contreras, quien, junto a su mujer, también médica, llegó a La Plata desde Caracas, en el año 2017. Otro dato relevante: casi el 60% son médicos especialistas, mayoritariamente pediatría y medicina clínica.
¿Qué le ofrece Argentina? “Hay dos ventajas: La primera, una posibilidad de regularizarse como migrante muy rápido y sin tantos problemas como puede haber en otros países de Latinoamérica. Y la segunda es un camino claro y rápido de cómo debes convalidar tu título. En los últimos meses hubo demoras, pero en promedio entre que una persona llegaba al país y regularizaba su título transcurrían sólo ocho o nueve meses”, explica Contreras.
¿En qué medida aportan los médicos migrantes? El presidente de ASOMEVENAR es contundente: “solemos ocupar tres o cuatro cargos en diferentes rubros, hospitales públicos, privados, incluso el ejercicio particular. Entonces, creo que tenemos una influencia bastante grande en general en el mercado económico del país y en ese mismo orden, al ser extranjeros, estamos más propensos a regularizar nuestra situación laboral. Eso no me parece nada menor, porque la mayoría de nosotros cuenta con monotributo y trabajo en blanco y aporta a los impuestos del país y con ello al desarrollo económico“.
Sin embargo, Contreras va más allá y se anima a señalar un plus, además de la fuerza laboral. “Estamos aportando cada vez más como prestador de servicios directo. Creo que ahí es donde más vamos a tener valía, porque nos gusta emprender, nos gusta atrevernos a invertir cuando vemos que el panorama comienza a estabilizarse. Ya hay médicos venezolanos que pusieron su consultorio privado, por ejemplo“.
Ante la pregunta de por qué emigra un profesional, el médico explica: “por varias razones. Lo que comúnmente se piensa es que el médico está emigrando en busca de más dinero y la verdad es que lo que está buscando es sobrevivir. Otro factor es la violencia generalizada que hay en Venezuela”.
Argentina es un país históricamente receptivo. En palabras del médico venezolano, consultado por la Fundación COLSECOR, “ha tenido un trato especial con los inmigrantes, no solo porque la Constitución y las leyes son protectoras, sino porque los argentinos en general son abiertos a los migrantes. Quien logra integrarse socio-económicamente se queda a vivir en Argentina“, finaliza el profesional.
Migraciones internas
La potencialidad migratoria no es solo externa. Las migraciones internas aceitan el desarrollo productivo y de trabajo de las diversas regiones, además de la enorme contribución cultural que generan las redes y colectividades. La reciente Medición de Calidad de Vida en Pueblos y Ciudades de Argentina[9], realizada por la Fundación COLSECOR, manifiesta ese panorama: 5 de cada 10 personas que viven en grandes urbes se mudaría a un pueblo.
“Si tuviera la posibilidad de mudarse a un pueblo o ciudad pequeña ¿cuán probable sería que se mude?”, el 51,7% de las personas que viven en localidades de más de 100.000 habitantes respondió afirmativamente. De ese total, el 19% indicó que seguro se iría, mientras que el 32,7% que probablemente lo haría. En contraste, el porcentaje bajó al 40,7% al preguntarle a quienes viven en localidades pequeñas o medianas si se mudaría a una ciudad más grande.
Además, a diferencia de la encuesta del año anterior, menos jóvenes respondieron que se irían del país. Ante la pregunta “Si tuviera la posibilidad de irse del país, ¿cuán probable sería que usted se vaya?”, quienes se encuentran entre los 16 y los 24 años alcanzaron este 2023 el 65,7% en respuestas afirmativas, frente al 78% de la Medición del 2022.
Como nos marca el Pacto Mundial para una Migración Segura, Ordenada y Regular del cual Argentina es parte (entre otros tratados internacionales de migración), es necesario abordar a las personas migrantes dentro un proceso que puede potenciar el desarrollo, disminuyendo las desigualdades dentro del país, pero también entre los países, ya que las remesas que reciben las familias de los migrantes es un aporte esencial, muchas veces de subsistencia. En suma, se trata de tender una mano al migrante que toma la decisión (por la razón que fuera) de vivir en otro lugar distinto al que nació. Al fin de cuentas, nuestro país se fortaleció, históricamente, de la fuerza migratoria, de quienes llegaron a la Argentina (migraciones de ultramar y limítrofes) y de quienes migran de una región a otra, en busca -siempre- de mejores oportunidades.